Como todo ser vivo, los humanos necesitamos alimentarnos para
conseguir la energía y los nutrientes que nuestro organismo utiliza para la
actividad diaria, el crecimiento, mantenimiento y regeneración de las
estructuras que lo conforman.
Las necesidades varían en función de la edad, el
sexo, la talla, la composición corporal, la ingesta calórica, la situación
fisiológica (crecimiento, embarazo, lactancia etc.), el nivel de actividad
física, factores genéticos, procesos patológicos coexistentes y la temperatura
ambiente.
En la mujer la nutrición se enfoca en conseguir el
mantenimiento de una buena salud a largo de todo el ciclo vital, y
fundamentalmente en la época reproductiva.
Desde el nacimiento se ha de cuidar la alimentación, pero es
a la llegada de la PUBERTAD cuando
hay que tener especial atención. A partir de esta edad el desarrollo físico y
psíquico de los escolares empieza a diferenciarse por sexos en la velocidad,
ritmo e intensidad del crecimiento, coexistiendo dentro del mismo sexo chavales
con diferentes estadios madurativos y diferentes necesidades nutricionales. En
las chicas resaltan las mayores necesidades de hierro, ya que al aumento
del volumen sanguíneo necesario para poder cubrir las necesidades de los
diversos tejidos que están creciendo y aumentando de volumen, se une la pérdida
hemática por la menstruación. Esta diferencia se mantendrá durante todo el
ciclo reproductor.
Siendo esta época una de las de mayor crecimiento, se ha
de asegurar el aporte de calcio con el consumo de productos lácteos,
legumbres, pescados cuya raspa se pueda ingerir (boquerones o sardinas en
conserva), y frutos secos preferiblemente ni fritos ni salados. El aporte
proteico debe ser 50% de origen vegetal (legumbres, cereales y frutos secos) y 50%
de origen animal, teniendo especial importancia aquellos productos que nos
aporten más hierro (lentejas, verduras de hoja verde, carnes magras, hígado,
foie-gras y embutidos que contengan sangre como la morcilla, butifarra negra, etc.).
Hay que vigilar la aparición de sobrepeso, obesidad y
trastornos de la conducta alimentaria, cada vez más frecuentes, asegurando que
se realicen todas las comidas, que sean adecuadas y equilibradas, estando
presentes todos los grupos de alimentos y en horarios regulares: asegurar el
desayuno, para que puedan afrontar los retos físicos e intelectuales de sus
obligaciones escolares y las cenas que
no han de ser copiosas ni efímeras, ni a horas tardías. Una correcta
hidratación, limitar el consumo de alimentos superfluos, así como el de tóxicos
tipo alcohol, tabaco o las drogas es fundamental.
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